miércoles, 29 de mayo de 2019

Dos "pequeñas cosas" en un día

No se cuanto tiempo voy a seguir trabajando en ese lugar...
Pero puedo afirmar, aunque cueste creerlo, que lo que va a durar para toda la vida, es el recuerdo de tantos pequeños momentos de tanta gente que vale la pena haber conocido.
Esto que voy a contar es mínimo, poquitito, algo incluso olvidable, pero que quiero señalar para intentar hacerme entender a lo que quiero llegar.
El que lo lea, podrá valorarlo según la sensibilidad de cada uno.
Aunque la sensibilidad es algo que no se puede medir, pero repito, son cosas que marcan y afirman lo que he dicho muchas veces: trabajar ahí es un honor, porque me siento afortunado de poder convivir con una realidad que me ha hecho conocer a tanta gente fantástica, de todo "tipo"...
Son dos pequeñas anécdotas, casualmente de el mismo día...
Son aquellas pequeñas cosas, como dice el poeta...

Llega un veterano hincha a muerte de Peñarol, aunque no puedo dejar de decir que me ha reconocido que goza mucho más con las derrotas de Nacional que con los triunfos del Carbonero, pero bueno, a veces lo pasional pasa a ser casi  patológico...

Saluda y me dice que hace unos días casi se muere.

-¿Qué te pasó?, le pregunto sorprendido, porque lo vi bien de aspecto...
-Tuve un problema cardíaco que casi me pasa "pa'l otro lado".  
Estuve internado tres días, pero el médico no me quiere operar porque dice que ya estoy muy viejo. Que me cuide...  
Tengo casi 88 años...
-Ah, bueno, si, tranquilo, cuidate, sobretodo mañana que juega Peñarol, a ver si ganamos, le digo para darle ánimo.
Se ríe y comentamos algo del partido.
Pasa un ratito y de golpe saluda para irse.

-Bueno, era para saludarte y decirte eso, para que supieras. Chau ...
-Chau...

Me quedé pensando...
Fue a saludarme casi que como una posible despedida, un tipo que conozco desde que estoy ahí y que se tomó la molestia de ir a verme.
Lo valoro mucho.   Me llena de emoción.  No es mucho lo que puedo seguir explicando.  No se si se entenderá...

Ya he dicho que el kiosco está en la vereda de una escuela muy grande montevideana...
Mañana y tarde escuela primaria y de noche, escuela para adultos, cursos y otras cuestiones educativas similares.

Conozco a un tipo, también desde que estoy ahí, hace más de veinte años, que hasta el día de hoy está en situación de precariedad.  Situación idéntica que desde que lo vi por primera vez.  Pareciera que el tiempo no ha pasado para él.
Nunca tuve un intercambio de palabras...
Nunca un saludo...
Nunca nada de nada...

Hace poco, muy poco, me habló por primera vez.  Le conocí la voz.
Me preguntó por la escuela.  Quería estudiar.

Y empezó a estudiar...

Deja su carro y su perro afuera (que lo espera respetuosamente en la puerta) y va y estudia. 
A los días le pregunté como le estaba yendo.
Lo vi contento.
Me dijo que "hasta sabe leer y escribir" porque cuando era chico nunca faltaba a la escuela.  Incluso se acuerda de una vez que se hizo la rabona y del enojo de su maestra.

Tal vez se abra una posibilidad de que alguien pueda recuperar algo del tiempo injustamente perdido...

Y también me quedé pensando en la grandeza de algunas "pequeñeces".
Esa persona tremendamente postergada, sola, sin nada material, sin sustento, no perdió aún algo: la dignidad.
No puedo, no sabría que más agregar.



jueves, 14 de marzo de 2019

Cliente perdido

Mañana de domingo en el kiosco...

Tranquilo, tomando mate, escuchando rock en la radio, mirando para cualquier lado y no mirando nada.  Serenidad  absoluta, tan patente que casi ni siquiera circulaban vehículos por la popular avenida.
Esa calma que un fin de semana, aunque de trabajo, permite tomarse ciertos tiempos de ocio que no sería posible de lunes a viernes...

Dicho ésto, pasa lo inesperado, lo inverosímil, lo incompatible con el mundo real. 
Se apersona un señor entrado en años, justo es decirlo, (agrego que los días desolados es cuando por algún extraño suceso cósmico y paranormal, se dan las apariciones de sujetos de dudoso equilibrio existencial, esto dicho con el mayor de los respetos).
Entonces, si el "cliente" (las comillas son puestas para ilustrar al individuo en cuestión) en una misma frase, sin mediar saludo me dice de corrido tres frases entrelazadas y totalmente inconexas, disociadas, incompatibles, incoherentes, desenchufadas, desconectadas...

Pregunta-pedido-afirmación:

-¿Barcelona pertenece a España?, 
-¿Me darías los números del 5 de Oro?,
-...porque Colón nació en Génova...

¿Estamos ante un caso de que tipo?, me pregunto...
No es por querer buscarle patologías a nadie, pero no se me puede decir que es algo normal y saludable para un kiosquero, enfrentarse ante eso sin anestesia y con la bombilla en la boca.
Por suerte no me acuerdo que tema sonaba en la radio, porque escucharlo otra vez me traería recuerdos indeseables. 
Eso sí, el mate ya no fue lo mismo.

Para colmo, otro día, ese sí a dos manos trabajando, que venga el mismo tipo, al mismo comercio, donde se vende básicamente cigarros, golosinas, se levanta quiniela y poca cosa más, a  preguntarme si vendo pan de molde, ¿qué más se puede agregar? Supongo que debo atenderlo como cualquier otro cliente, pero créanme, no es fácil.
En todo caso, lo dejo para la reflexión y la compasión colectiva. 
Hacia mi...