Me gustan mucho las leyendas.
Esa mezcla intangible de verdad-mentira,
realismo-surrealismo…
Hay leyendas urbanas, leyendas rurales, (no olvidarse, por
favor de la famosa ”luz mala”), leyendas históricas, deportivas, yo que se…
Incluso, se puede “inventar” cada uno alguna leyenda.
Por ejemplo, yo me inventé una hace un rato,
un poquito antes de escribir esto.
Leyendo a Galeano y su maravilloso libro “El fútbol a sol y sombra”, me
topé con una gloria del Peñarol mas
fantástico de todos. Ese que es leyenda
para mi porque no lo vi, el de la década del 60’ que deslumbró al mundo, ese
que hasta el día de hoy hace lagrimear a los veteranos hinchas.
Pero yendo a lo legendario que se me transformó esa lectura,
les dejo la leyenda que me “inventé” para mi solo.
Dice el gran Eduardo:
“…Pedro Rocha Se
deslizaba como serpiente en el pasto. Jugaba con placer, regalaba placer: el
placer del juego, el placer del gol.
Hacía lo que quería con la pelota, y ella le creía todo”.
A veces es preferible no haberlo vivido, que te lo cuenten
así es mucho mejor.
Que sea leyenda…
Pero como mi humilde cometido es contar lo que me pasa a
diario en el kiosco, no voy a esquivar el bulto.
La leyenda que se da en lo que cuento ahora
no se si es verdad, por eso toma ribetes legendarios. Aunque mucho menos
importante y valedero, pero a mi me dan ganas de contarlo, aunque va a ser
difícil plasmarlo con palabras.
Hay que verlo…
En mi faceta de canilla, cierto domingo en el reparto de
diarios, me topé varias veces con una escena bastante sorprendente.
La señora
en la vereda de su casa, barriendo, escuchando boleros a todo volumen en una
calidad de sonido que recuerda las películas mudas.
Difícil de digerir y no se olviden que era los domingos
recién salido el sol. Imaginen a los vecinos en las casas pegadas. En la cuadra entera, bah.
Era ensordecedor, insoportable…
Y no opino sobre la
música para no herir sensibilidades.
Pero a todo esto: ¿qué dice la leyenda? ¿Qué tiene de legendario esto? Si me apuran, nada, aunque el detalle que
quedará sin comprobar y que ascendemos al nivel cuasi mitológico, es que parece
que un vecino muy enojado y sin mediar palabra, se apersonó, se ganó al zaguán
de la casa de la mala vecina, tomó contacto visual con el aparato sonoro
(estaba ahí nomás) y le descerrajó varios disparos de arma de fuego.
Se retiró sin saludar, parece…
Problema momentáneamente
solucionado y leyenda redonda.