domingo, 19 de enero de 2014

Chorro con mala suerte


Me acordé de aquella noche que estando laburando en el kiosco, apareció un amigo en bicicleta y nos pusimos a conversar largo y tendido de cuestiones diversas y que, si mal no recuerdo, casi, casi cambiamos el mundo.

Pero eso es otra historia...

Me quiero detener particularmente en el medio de locomoción del visitante, la eterna y querida "chiva"...

Era una noche espectacular y nos sentamos en la vereda a tomar unos mates.
La madrugada era inmejorable.
Es obvio que a esa hora, la clientela es en cuentagotas.  Aparecen los tacheros que arrancan la jornada, gente que labura de noche y espera un ómnibus y ya compra sus cigarros, o simplemente algún trasnochado que prefirió salir a dar una vuelta para agarrar sueño.

Pero para nosotros se nos transformó en una noche movida... Sobretodo a mi amigo, el dueño de la valiosa bici.

Resulta que andaba deambulando solitariamente un muchacho bien vestido, jóven, de los tantos que andan en la vuelta.  Lo vimos irse para allá, pero no le dimos la mas mínima pelota.  Nos olvidamos enseguida.  Era un trasnochado, sin rumbo, sin dudas.  Anda tanta gente desconocida por ahí, que uno más, uno menos, no llamaba la atención.

Pero no...

Ese tipito andaba con ganas de hacerse de algo que no le correspondía.  ¿Y que mejor que la bicicleta de mi amigo?  Estaba "suelta", nosotros "en otra", él más ágil que nosotros.  Nosotros sentados, el parado...
No tenía como fallar.
Lo vimos ir pa' allá, como dije, pero no nos percatamos cuando volvió pa' acá.

Entonces, nos arrebata la bici.

Yo, atónito e impotente. 
Mi amigo, todo lo contrario.

En eso pensé,
-a la mierda, marchaste con la bici, no lo agarrás ni en moto.
Me equivoqué.
Cuando mi amigo (que estaba a punto de ser operado de la columna) vio lo que pasaba, tomó entre sus manos la cascoteada escoba que reposaba tranquila, apoyada ahí, en el propio kiosco y salió despavorido atrás del malhechor.

Se pegó un pique que hubiese dejado descolocado hasta el propio Usain Bolt.

 Aclaro que el malviviente erró la estrategia en la fuga, porque optó por hacer un camino que hacía las veces de  dos "catetos" y mi amigo, rápido para correr y para pensar, se acordó al toque de Pitágoras y su archifamoso Teorema:
"En todo triángulo rectángulo el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos".

Y eso fue lo que hizo...

  Le salió una hipotenusa perfecta, que al llegar a la unión del cateto inferior,  procedió a darle un certero escobazo en la nuca al ladrón, que lo dejó tendido en el pavimento. 

Tremenda lección de geometría.

Cuando el muchacho estaba en el piso, rendido, le cuestionó a mi amigo:
-¿Porqué pegás?
 El damnificado, o sea el dueño del rodado, se comportó como un valiente,
-¿Qué no te voy a pegar?
Y se retiró sin rematarlo con ningún otro golpe, victorioso y sin decirle absolutamente nada más.
Todo un ejemplo que me hizo acordar a Artigas y su "Clemencia para los vencidos".
Si mal no recuerdo, creo que la escoba se partió en dos, pero no quiero ser dramático tampoco, no me hagan caso.
Cuando el ladrón se fue, y estando a unos cien metros, mostró un arma blanca para impresionar.
Nosotros, nos retiramos y seguimos tomando mate, no había más nada que hacer.

Mucho tiempo después, me enteré que en otro lugar, cerca del kiosco, el mismo fulano fue golpeado nuevamente, esa misma noche, porque lo pescaron in-fraganti intentando escamotear algún objeto ajeno.

Creo que su balance es muy negativo...

Incluso, me dijeron que lo golpearon con un palo de hockey.
Increíble y rarísimo.
La verdad, que el desgraciado ladronzuelo, fue llamado a "probar" diferentes "texturas".

Voy a desdramatizar con Pareceres y "Candombe de mucho palo".