domingo, 17 de abril de 2016

Menú de fin de año...

Una familia muy, pero muy numerosa, se juntaba siempre en la casa de uno de ellos, en una zona rural a festejar la Navidad y el Año Nuevo, como corresponde.
En familia, y  en un marco natural inmejorable.

Naturaleza a pleno...

Ese año, llegaban de a poquito los comensales y se fue llenando el lugar de gritos de niños contentos, ladridos de perros, y gente de todas las edades conversando y haciendo el balance anual.
Música y canto todo el día.

De a poquito, también, fue llegando el "combustible".  El vino.
Cada uno de los parientes subía el repecho para llegar al rancho con su damajuana de diez litros al hombro.  Nadie se olvidó del "vital elemento"
Llegó uno a decir muy seguro que "vino no va a faltar".
No había dudas que lo mas importante estaba resuelto...

En eso, y ya habiendo pasado un tiempo prudencial, alguien notó que faltaba algo.
¡¡¡Faltaba la comida!!!
Pequeño detalle, no?

El dueño de casa, conocedor del lugar, tenía un vecino que le podía decir donde conseguir corderos en pie.
Ese era el menú no resuelto aún.

Van a la casa y les dice, vayan a tal lado que ahí consiguen.
Notable, van y traen tres corderos en pie y se disponen a carnearlos y a asarlos.
Todo ahí y con el tiempo del mundo a sus pies.
Sin apuro.
Lo importante era festejar y pasarla bien
Pero recurrieron al vecino para cuerearlos.  Era baquiano y les solucionaba el trabajo.
Había otras cosas importantes que resolver, como por ejemplo, que no quede una sola damajuana con "extracto de uva" en su interior.

Eso sí, se llevó los menudos, las cabezas y arriba les cobró.
Pero bueno, hizo un buen "trabajo", sin dudas.

El asador designado oficialmente dispuso todo y estaba todo encaminado para un tremendo banquete.
Como dije antes, lo importante era pasarla bien y ¡vaya que se pasó bien!.
Se tomó bien...
Se tomó mucho...
Había mucho vino para tomar...

Pasaron las horas...

¿Comieron?

Los perros comieron...

Se emborrachó al grado de inconsciencia el 100% de los presentes, y al despertar, muchas horas después, se encontraron con restos de huesos en el piso a varios metros de la parrilla.

El festejo fue con vino, mucho, mucho vino...




sábado, 9 de abril de 2016

Receta de la casa

Cuando te cuentan algo así, lo mejor es largarlo y que se sepa.  Porque no deja de ser desopilante.

Llega el tipo, un amigo, al kiosco, (en este caso, el protagonista secundario, el que me contó) a la casa de su vecina, la protagonista principal, bastante entrada en años, con ganas de tomarse un cafecito y en momentos de lucidez de la señora, divagar sobre la vida y sus alegrías, tristezas, marchas, contramarchas, momentos lindos, de los otros, todo.  Todo en unos minutos de sensatez mental que la señora pudiera tener...

Pero justo ese día, era todo lo contrario.  Venía mal al mano.  Fue entrar a la casa y el tipo empezó a sentir un mal olor.  Feo olor.  Horrible.  A podrido, directamente.
¿Qué era?  Empezó a buscar la causa.
Enseguida notó el horno prendido.

Ni lerdo ni perezozo abre y se encuentra con la explicación ahí, latente, contundente, implacable, inapelable, tremenda y surreal.
Un pollo al horno...
Entonces, le pregunto.
-¿Un pollo?  ¿Qué podía tener de malo un pollo al horno?  ¿Estaba en mal estado?, no entiendo, le digo.
Me contesta a las risas.
-No, muchacho, ¿que en mal estado?  Estaba haciendo la "receta de la casa", en un momento de descontrol mental, por supuesto. 
"Pollo al horno, marinado con leche".
Yo, anonadado, le interrumpo, pero me retruca:
-Pará, pará, no termina ahí la receta, A todo eso le agregó una suculenta porción de cal...
-¿De qué?
-Lo que escuchaste, cal, esa misma, la que se usa en la industria de la construcción.

Yo, sin habla, pensé que este tipo salvó una vida en el momento justo, pero así y todo, las risas demoraron en irse.

Todo lo que encontró en la casa lo usó para su "receta" casera, original y "deliciosa" sin dudas.

A todo esto, mi amigo, entre risas me termina diciendo a modo de reflexión y corolario final:

-Lo peor de todo, es que a mi, me encanta el vino (el alcohol en general, bah), y puedo tomar hasta que me den las piernas, puedo mantener el estómago pronto para el día siguiente sin vómitos ni cosas raras.  
Pero el olor a leche podrida (en realidad a leche en cualquier estado) ¡me hace vomitar al toque!. 

Hubieron muchas risas más, valía la pena...

Nadie me puede negar que el que lea ésto aprendió, al igual que yo, unas cuantas cosas nuevas.